John Rawls: Las premisas irreales de una teoría de la justicia ideologizada

 

Carmen Zavala
VIII Congreso Nacional de Filosofía - 2000

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

 

En los últimos años se ha puesto de moda en el ambiente filosófico peruano la lectura de unas supuestas teorías ético-políticas nuevas. Entre ellas destaca la nueva "Teoría de la Justicia" de John Rawls. Como corresponde a estos tiempos postmodernos, Rawls nos anuncia ya desde un principio en su libro que no se tratará de ningún estudio riguroso y que no se molestará en sustentar las premisas de las que parte. Solamente se trata de un intento de organizar los argumentos a favor de una teoría contractual de la justicia, contra la teoría utilitarista de la justicia, que ha venido prevaleciendo en los últimos tiempos nos dice Rawls. Sin embargo, en filosofía sabemos que la justificación de las premisas no es un mero requisito para deleitar a los lectores agudos o cumplir con las exigencias académicas, sino que es a partir de la fundamentación de sus premisas que una teoría cobra consistencia.

 

Haremos un breve paréntesis acá para refutar una curiosa objeción que se está difundiendo en nuestro medio, contra el pensamiento filosófico riguroso. Hay quienes afirman que no se trata de buscar ningunos fundamentos últimos, porque "la verdad" o "el conocimiento objetivo" cambian conforme cambia el parecer de la mayoría de la gente en determinado momento histórico. Según esta insólita tesis Juliano Bruno o Galileo Galilei habrían estado equivocados al afirmar que la tierra da vueltas al sol y no viceversa, porque "el paradigma de verdad" que se había impuesto en aquella época lo consideraba así. Así resulta que según la verdad de aquella época Galileo habría estado equivocado y según la verdad de nuestros tiempos está en lo correcto y es probable que en un futuro cambie de nuevo el "paradigma" imperante y resulte de nuevo "cierto" que la tierra sea la que le da vueltas al sol. Este relativismo histórico, que tuvo su más contundente ideólogo en Hegel, sostiene pues que la verdad es aquello que se impone por la fuerza en determinada época histórica. En realidad el propio Hegel en este punto no hace sino reformular la vieja teoría de Trasímaco de que la verdad o la justicia es aquello que se impone por la fuerza.

Este razonamiento contiene 2 falacias:

 

1)       La primera es que parte de que "Lo que es, es lo que debe ser" o "si algo es, es porque debe ser", esto quiere decir en otras palabras que "lo que se ha impuesto por la fuerza es lo que deberá ser considerado verdadero y/o moralmente positivo", ya que si algo ha logrado imponerse por la fuerza debe ser porque era verdadero o correcto en ese momento.

2)       La segunda falacia consiste en pretender que lo contrario, es decir, la búsqueda de un conocimiento fundamentado, sería un fundamentalismo.

 

Como ya se habrán dado cuenta, éste es el "pensamiento guía" de nuestro gobierno de turno, por lo que deberemos estar muy atentos cuando nos lo presentan en círculos académicos como si fuese un nuevo tipo de "filosofía" no dogmático. Ya Platón en diversos textos y en especial en el Parménides nos pone sobre aviso sobre aquellos elementos que no entran en la discusión racional, aparentemente por ser escépticos a la posibilidad de alcanzar un conocimiento fundamentado objetivamente (en el caso del Parménides esta posición es representada por el joven Aristóteles), siendo el hecho, que estos individuos en caso de llegar a asumir cargos de poder, simplemente impondrán arbitrariamente lo que se les antoje en ese momento ser lo apropiado. Y es que a la hora de actuar en la vida práctica diaria tomamos constantemente decisiones, tras las cuales subyacen determinados principios y valores. Los filósofos y las personas en general, que se niegan a analizar los fundamentos de los que parten, no por ello dejarán de partir de dichos fundamentos, como bien deja claro Platón, sino que los impondrán a la fuerza. El análisis de los fundamentos en los cuales nos sustentamos no es por lo tanto ningún fundamentalismo, sino una actitud de indagación filosófica seria, que nos permite avanzar en nuestro conocimiento objetivo. Cabe recordar que todo conocimiento objetivo o conocimiento científico se asienta siempre en hipótesis, cuya verdad no es temporal o histórica. Lo que, en todo caso, sería histórico es la aceptación de las hipótesis por la comunidad científica o el poder de turno. Por otra parte, lo contrario, es decir, el negarse a indagar y/o cuestionar los fundamentos de los que partimos, so pretexto de que no partimos de ningún fundamento, sino de una actitud "espontánea" o algo parecido, es una actitud fundamentalista encubierta o, en todo caso, inconsciente. Podríamos también entrar a recordar como Marx y Engels refutan esto más explícitamente en La Crítica a la Filosofía del Estado de Hegel y en la Dialéctica de la Naturaleza respectivamente, pero proseguiremos a entrar a analizar estas falacias en el propio Rawls, que es el tema de la  sesión.

 

Lo que Rawls asolapadamente hace en su texto "La teoría de la justicia" es exponer sus puntos de vista ético-políticos y tratar de justificarlos con diferentes argumentos asistemáticos, cosa que comunmente llamamos ideologización. Como sus puntos de vista ético políticos graciosamente coinciden con los que el liberalismo ha impuesto a sangre y fuego, sus planteamientos se reducen, al mejor estilo hegeliano, a justificar que lo que es  "es lo que debe ser",  cuando en filosofía de lo que se trata es de cuestionar y buscar los fundamentos últimos de los que partimos para resolver nuestros problemas y recién a partir de allí formular teorías filosófico políticas. Recordaremos acá para los que todavía creen que el hegelianismo es compatible con el marxismo en este punto, que toda la obra de Marx y en especial la Crítica a la Economía Política o El Capital parten justamente de una crítica a aceptar sin más los "paradigmas" del liberalismo, para concluir en la necesidad de rechazar una supuesta "ciencia" de la economía política liberal, así como de rechazar al propio sistema liberal.  

 

Los problemas de Rawls empiezan ya en su primera página en la cual entre otras cosas afirma, sin más, que

 

"Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede atropellar. Es por esta razón que la justicia niega que la pérdida de libertad para algunos se vuelva justa por el hecho de que un mayor bien es compartido por otros. No permite que los sacrificios impuestos a unos sean compensados por la mayor cantidad de ventajas disfrutadas por muchos."[1]

 

Esta audaz afirmación, que es una afirmación fundamentalista, ya que no está fundamentada explícitamente en ninguna parte del libro, está ligada a un supuesto implícto expuesto mucho más adelante en un capítulo sobre la "posición original" en la que afirma:

 

"Ahora bien, es obvio que nadie puede obtener todo lo que quiere: la mera existencia de otras personas lo impide."[2]

 

Esta premisa asumida sin mayor análisis contiene una falacia que hace tambalear todo el edificio teórico que Rawls quiere construir luego sobre ella. Esta consiste en afirmar que la mera existencia de las demás personas impide que podamos obtener lo que queremos cuando es justamante al revés:

la mera existencia de las otras personas NO ES la que impide que el ser humano pueda obtener todo lo que quiere, sino que, por el contrario, ES justamente la que lo motiva a querer obtener algo para empezar.

 

La motivación para la acción nos la dan los demás, esto es, el hombre reacciona frente a los seres que lo rodean. Esta es una actitud innata que empieza desde que la madre inicia el contacto con el bebé humano y lo motiva así a pedirle a ella alimentos e interacción. Incluso en el caso burdo al que suele limitarse Rawls en sus ejemplos, de un hombre que busca acumular bienes, sucede lo mismo. El hombre que desea acumular todos los bienes "que quiere" solo "quiere" acumular esos bienes porque en la sociedad en la que vive es reconocido y/o admirado eventualmente por tener esos bienes. Y porque en caso de cohabitar con familiares o allegados querrá satisfacer también sus necesidades. Esto nos hace retornar a la primera cita de Rawls. Rawls parte de que toda persona se ocupa ante todo de su propio bienestar. Pero olvida Rawls que el bienestar del individuo está directamente ligado al bienestar de sus familiares y allegados. Nadie está satisfecho si sus hijos, padres y demás seres queridos con los cuales convive o a los que frecuenta están muriendo de hambre, o sufriendo algún tipo de penurias. El individuo se ocupa del bienestar de sus familiares y/o seres queridos no por un ideal moral abstracto, ni por una supuesta bondad natural, como bien reconoce Rawls, sino por su propio bienestar, porque su propio bienestar material y anímico, implica el bienestar anímico de sus seres queridos. Esto último extrañamente no lo remarca Rawls, a pesar de que él mismo en otra parte de su libro se explaya sobre la importancia de "ver que nuestra persona y nuestros actos son apreciados y confirmados por otros"[3]  y considera la satisfacción de esta necesidad de reconocimiento como un "bien primario"[4].

 

La frase de Rawls  "La justicia no permite que los sacrificios impuestos a unos sean compensados por la mayor cantidad de ventajas disfrutadas por muchos", se vuelve absurda y carece de fundamentación. Rawls sugiere que esta frase puede concluirse de la confrontación de la argumentación contractualista con la argumentación utilitarista, a la que dedica su libro. Sin embargo, por una parte desde el punto de vista contractualista,  resulta que en el núcleo mínimo de la sociedad en la que se vive, esto es en nuestra sociedad contemporánea, la familia, resulta que el "contrato" consiste en relaciones desiguales, es decir que, los padres velan por los hijos pequeños en una relaci2n desigual donde una parte da practicamente todo y la otra no puede ofrecer nada a cambio. Quiere decir, que los sacrificios impuestos por unos (los padres) SÍ SON compensados por la mayor cantidad de ventajas disfrutadas por otros (los hijos), y se considera esto justo y NECESARIO. Lo cual nos lleva a la argumentación "utilitarista". En nuestro núcleo más cotidiano, en el caso contemporáneo, la familia, necesitamos que NO VALGAN las leyes de competencia y de imparcialidad, para que podamos subsistir. El ser humano solo puede subsistir teniendo como base una microsociedad en la que cada miembro reciba los beneficios según sus necesidades y NO según las leyes de la competencia o la imparcialidad. Esta microsociedad le permite SUBSISTIR de alguna manera fuera de ella en una sociedad de competencia e imparcialidad aunque está demás decir, que desde un punto de vista utilitarista inteligente, al ser humano le conviene para su beneficio individual que su sociedad de apoyo mutuo se extienda y que se base no en una imparcialidad, sino en una aplicación inteligente de lo que es útil para todos y por lo tanto para cada uno.

 

Pero Rawls, a pesar de dedicarle algunas líneas a su descubrimiento de que es bueno que otras personas reconozcan el valor de uno, y llegar, incluso, a afirmar que debe ser un derecho básico de las personas que otras reconozcan su valor, no profundiza más en las implicancias de sus palabras y los fundamentos de los que el mismo está partiendo para llegar a esta conclusión. Esto convierte su sistema en un conglomerado de algunos aciertos y muchos desaciertos de como podría ser una sociedad justa. En realidad es un conglomerado de puntos de vista, que se caracterizan por estar expuestos de manera fundamentalista, esto es, sin fundamentación alguna, convirtiéndose en premisas que el lector iluso debe asumir sin más.

 

Para muestra algunas joyitas aparte de las que ya vimos: Afirma por ejemplo que una de las "libertades básicas" es que todos tenemos derecho a la propiedad privada personal[5] ¿Por qué? ¿ En qué se basa para afirmar esto? ¿Qué tiene que ver el eventual afán de acumular objetos de alguna persona e impedir así que otros dispongan de ese objeto con la libertad?. Nos habla además de un "sistema de libertad natural" en la que "los empleos son asequibles para quienes tengan la capacidad y el deseo de obtenerlos"[6] (y con ello se refiere por el contexto a que es necesario que las personas puedan acceder al trabajo asalariado para subsistir y alimentar a sus familias) . Esto quiere decir que el "sistema de libertad natural" es aquel donde tenemos la libertad de ser explotados por otros. Como todo este sistema fundamentalista no se sustenta filosóficamente y para no exacerbar demasiado los ánimos del lector medianamente inteligente, Rawls, saca de la manga unos supuestos "deberes naturales" que las personas tienen: "el deber de ayudar a otro cuando lo necesita o está en peligro, siempre y cuando se pueda hacerlo sin riesgo o pérdida excesivos"[7]. ¿Por qué esto sería un deber? En todo caso sería un deseo noble por parte de Rawls, para limpiar su consciencia sabiendo que el sistema que nos propone significará la miseria de la gran mayoría de personas del globo terráqueo.  Y es que en otra parte nos indica el punto central de su teoría de la justicia:

 

"Si existen desigualdades en el ingreso y en la riqueza, así como diferencias en la autoridad y en el grado de responsabilidad, las cuales funcionan haciendo que todos mejoren en comparación con la situación de igualdad inicial ¿por qué no permitirlas?" El único argumento en contra de esta desigualdad nos dice Rawls, sería la eventual envidia de las personas desaventajadas, pero como Rawls rechaza la envidia y no la acepta como premisa de su mundo ideal, no tomará en cuenta ese tipo de descontento.

 

Quiere decir que, podemos resumir como lo novedoso del pensamiento Rawls el hecho de que abiertamente y por escrito se atreve a afirmar que al que no le gusta ser explotado y/o ser pobre dentro del sistema liberal es simplemente porque es un envidioso.

 

Habíamos visto pues que las premisas sobre el carácter de la sociedad y de los seres humanos de las que parte Rawls para aplicar su teoría de la justicia están en flagrante contradicción con la realidad y lo más importante es que Rawls, en el más puro estilo fundamentalista no se molesta en lo más mínimo en sustentar estas premisas. El intento de Rawls, así como el de todos los demás fundamentalistas políticos o religiosos de construir una estructura lógica sobre la base de premisas inconsistentes (en su mayoría falsas) lleva a una cadena interminable de falacias, como las que se usan en los discursos de agitación política o religiosa, más no tiene cabida en el debate filosófico. La filosofía política se distingue justamente de la política práctica en que pone en cuestión y busca justificar todas las premisas de su discurso. Lo que Rawls nos presenta burdamente ha sido presentado de manera filosóficamente más consistente, aunque no por ello válida, por Hobbes, Locke, etc. El que quiera defender filosóficamente al liberalismo, que se remita a ellos.

 

La crítica no va dirigida, por lo tanto a Rawls, que como ideólogo del sistema cumple con cierta eficiencia su papel, sino a la comunidad filosófica, que le atribuye a este discurso de propaganda política el carácter de discurso filosófico. En el caso de algunos filósofos peruanos está completamente claro por qué difunden el pensamiento Rawls, ya que son abiertamente afines a este sistema y encubiertamente al gobierno de turno, en otros casos la cosa no está tan clara y tengo la esperanza de que se trate de un bloqueo temporal y que pronto este tipo de textos de Rawls y de otros agitadores políticos queden en el olvido para la comunidad filosófica nacional y mundial.

 

 

 

 


 

[1] p.17

[2] p.119

[3] p.399

[4] p.398

[5] p.68

[6] p.73

[7] p.68