REFLEXIONES SOBRE LA DISCRIMINACIÓN RACIALY LA DISCRIMINACIÓN CULTURAL ENTRE LA INTELECTUALIDAD DEL PERU CONTEMPORANEO

Café Filosófico 286 – Carmen Zavala  07.08.04

 

 

Tenemos en el Perú un fenómeno endémico que es el de la discriminación racial y cultural, que se caracteriza de manera particular, por no estar difundida sólo entre el común de la gente, sino también entre nuestra intelectualidad y tener aprobación tácita por parte de una gran mayoría de docentes universitarios.

Cabe destacar, que incluso intelectuales progresistas tan destacados como Mariátegui o Gonzales Prada han caído en esta desviación del juicio. [i]

 

Así Mariátegui en los “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana.”  Llega a decir cosas como que:

 

“El chino y el negro complican el mestizaje costeño. Ninguno de estos dos elementos ha aportado aún a la formación de la nacionalidad valores culturales ni energías progresivas..(..) El chino, parece haber inoculado en su descendencia, el fatalismo, la apatía, las taras del Oriente decrépito. El juego, esto es un elemento de relajamiento e inmoralidad, singularmente nocivo en un pueblo propenso a confiar más en el azar que en el esfuerzo, recibe su mayor impulso de la inmigración china. (…) El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadería, aparece más nulo y negativo aún. El negro trajo su sensualidad, su superstición, su primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creación de una cultura, sino más bien de estorbarla con el crudo y viviente influjo de su barbarie. Los aportes del negro y del chino se dejan sentir, en este mestizaje, en un sentido casi siempre negativo o desorbitado.”

 

“El negro ha mirado siempre con hostilidad y desconfianza la sierra, donde no ha podido aclimatarse física ni espiritualmente. Cuando se ha mezclado al indio ha sido para bastardearlo comunicándole su domesticidad zalamera y su psicología exteriorizante y mórbida. Para su antiguo amo blanco ha guardado, después de su manumisión, un sentimiento de liberto adicto. La sociedad colonial, que hizo del negro un doméstico -muy pocas veces un artesano, un obrero- absorbió y asimiló a la raza negra, hasta intoxicarse con su sangre tropical y caliente.”[ii]

 

Acto seguido Mariátegui afirma que “la cuestión racial es artificial”, y que, por lo tanto “no merece la atención de quienes estudian concreta y políticamente” la realidad. Esta afirmación no dejaría de ser un traspié en las afirmaciones de este marxista heterodoxo, si no fuera porque muchos de sus supuestos seguidores se sienten avalados con ello, para evitar tratar el problema de la discriminación racial y cultural existente no sólo entre clases sociales, sino, y lo que es peor, en las organizaciones sindicales, organizaciones populares, partidos políticos “revolucionarios”, etc. que se supone deben repudiar esta discriminación. Se da entonces el caso, muchas veces que los propios dirigentes populares o intelectuales “comprometidos”, a través de sus actitudes y actos concretos y a través del silencio permisivo y condescendiente frente a la discriminación cotidiana, promueven, sin querer, una serie de prejuicios raciales y culturales que ellos mismos han interiorizado; y lo hacen creyéndose avalados por esta ningunización del problema por parte de Mariátegui.

Pero no sólo en Mariátegui se encuentran líneas que dejan entrever una serie de prejuicios raciales y culturales profundamente arraigados, sino también el Gonzales Prada, que a pesar de ser mucho más explícito y contundente en su crítica a toda forma de discriminación  racial  llega a hacer afirmaciones como:

 

“Aunque godas hasta el hueso, y por consiguiente monárquicas, las limeñas profesaban en asuntos de amor un republicanismo verdaderamente democrático: no las importaba mucho que la piel del varón fuera lechosa, cobriza, achocolatada o bituminosa. Se veía el contubernio de la blanca con el negro. ¿Habían perdido las hembras el instinto de mejorar la especie, ese instinto que las induce a preferir el macho más fuerte y más hermoso? Carecía el negro de hermosura relativa, no de fuerza: con su lujuria de mono y sátiro, calmaba el furor de las mesalinas criollas.” (Nota marginal del autor: “Españolas y latinoamericanas no tienen esa higiene o limpieza amorosa de las inglesas. Hoy mismo no faltan mujeres blancas, rubias y hermosas enamoradas de zambos verdaderamente infectos.” El TONEL DE DIOGENES. El Lima antiguo, Af. 100

“En Lima abundan los mulatos, pues, merced a una aberración étnica, las blancas han tenido inclinación a mulatos y negros.” [iii]

 

Tenemos entonces que si bien hay la idea de que los prejuicios raciales y culturales son “condenables”, éstos están profundamente arraigados entre nuestros intelectuales, al punto tal, que cuando se los desenmascara, niegan el hecho, dejando en duda al observador agudo, sobre si esta negación es la muestra de una incapacidad total de introspección o de un cinismo descarado.

Dado entonces, que los prejuicios raciales y culturales están tan arraigados entre nuestros intelectuales y dado que, esta tara del pensar impide el desarrollo de un trabajo intelectual profundo, propongo aquí su discusión.

 

1. Explicación del fenómeno de la discriminación racial y cultural

 

Para ello vale preguntarse la pregunta más amplia: ¿Por qué se da la discriminación en general? Es decir, ¿por qué se da la discriminación racial, cultural, religiosa, social, la discriminación entre grupos de amigos, etc.? o, en otras palabras, ¿por qué cierto grupo de personas decide discriminar a otras con respecto a lo que consideran su propio grupo? La respuesta parece estar contenida en la misma pregunta. Detrás de todo está el deseo natural del hombre, en tanto ser social, de sentirse parte de determinado grupo. Ahora bien, uno puede ser parte de un grupo por elección propia: partidos políticos, clubes sociales o deportivos, grupo de amigos, etc. o por ser considerado parte de ese grupo por la mayoría de los miembros de la sociedad que nos rodea: familia, raza, cultura, etc. En ambos casos la aceptación o el grado de aceptación del individuo por el resto del grupo puede ponerse en riesgo. Por ejemplo, dentro de un partido político una persona puede ir perdiendo poder y reconocimiento, e incluso ser excluida. Lo mismo sucede en el caso de grupos de amigos del colegio, la universidad o el mundo laboral. En estos casos la lucha por el reconocimiento dentro del grupo puede pasar por dos líneas de acción. La primera es a través de la participación constructiva dentro del grupo, "haciendo méritos" para ser reconocidos y considerados valiosos por los demás miembros del grupo. La segunda, la más fácil, y por ello, la primera opción para todos los mediocres, es la desvaloración y la difamación de otros miembros para destacar ellos mismos en el grupo, por contraste con los desacreditados. A través de estos artificios discriminatorios, los mediocres, logran reafirmarse en el grupo, no por mérito, sino porque al discriminar a ciertos individuos con características físicas o valores grupales supuestamente diferentes a las del propio grupo consideran que pueden ganar reconocimiento ante los miembros más sólidos de su propio grupo. En otras palabras, allí donde había una facción dominante o más sólida dentro de determinado grupo, los miembros débiles en cuanto a su pertenencia al grupo optan por discriminar a otros miembros, con lo cual se forman tres facciones. La facción sólida del grupo, la facción débil, y los discriminados. Al afirmar la facción débil, su unidad con la facción sólida a través de marcar la diferencia con el grupo de los discriminados, su necesidad de reconocimiento social se ve momentáneamente satisfecha, por lo cual, continuarán siempre marcando esa diferencia. Por otra parte, los miembros sólidos del grupo muchas veces retroalimentan esta discriminación por considerar que esto unifica y fortalece al grupo en su totalidad y termina por darles mas poder y reconocimiento a ellos como individuos.

 

Veamos como se muestra esto en el caso de la discriminación racial. Una persona forma parte de un grupo de trabajo, un grupo de amigos o de una familia y siente la necesidad de reafirmarse en este grupo. Esta persona observa con qué raza o cultura se identifican aquellas personas con las que se quiere congraciar, que usualmente son las de un grupo ligado también a un mayor poder económico y empieza a hacer chistes, mofa o comentarios despectivos contra un grupo racial y/o cultural distinto. Con ello esta persona pretende ser comprendida en un círculo más íntimo que comparte con la facción dominante del círculo y algunos de los miembros débiles o de los grupos dominados por la otra facción, distinguiéndose de un grupo más excluido todavía que el suyo propio.

 

Por ejemplo, en una empresa un empleado mediocre para sentirse mas cercano a la dirección de la empresa que digamos, sea mayoritariamente de raza blanca, puede optar por hacer comentarios racistas contra cobrizos y negros (y nótese que para ello no importa de qué raza o cultura pueda ser este individuo de conducta oportunista), porque de este modo se siente más cercano a los jefes, por compartir aparentemente un círculo con ellos cuyo vínculo sería el de la raza o cultura. Esto le hace más llevadera su propia opresión, a la cual a través de este mecanismo pretende negar o amenguar, porque siente que hay otros que están peor todavía que él, esto es, aquellos a los cuales él y sus jefes desprecian por su raza o cultura. En este contexto, la facción sólida del grupo son los jefes de raza blanca, la facción débil son los empleados que pretenden eliminar la contradicción de clase congraciándose ilusoriamente con los jefes haciendo alusión a un color de piel o cultura semejante. Finalmente la facción discriminada, en este contexto, sería la de aquellos que siendo empleados además se diferencian racial o culturalmente de los jefes y que sirven de desfogue para los discriminadores (oportunistas) que los utilizan reafirmando las diferencias para reafirmar por otra parte su supuesta superioridad basada en la pertenencia a un círculo común con los empleadores.

 

Otro ejemplo sería el de muchos intelectuales peruanos, que suelen “admirar” a sus conacionales de ascendencia europea tildándolos automáticamente de académicos u honorables y burlándose de intelectuales quechuahablantes o de raza cobriza,  a los que se refieren como intelectuales “folclóricos”, sin siquiera hacer referencia a sus producciones intelectuales. Así, en congresos y publicaciones de renombre se desea la presencia de personajes “de apellido honorable” con lo cual suelen pensar en extranjeros o personajes de familias de ascendencia europea. Con ello análogamente al ejemplo anterior, se busca la aceptación (o “acreditación”) de los intelectuales de moda en los países dominantes, mostrando una analogía racial o cultural y deslindando con los racial y culturalmente más distintos, para que no se los “confunda” con ellos.

 

Este oportunismo discriminador se muestra también en formas mucho más evidentes, cotidianas y escandalosas entre nuestra comunidad filosófica. Así, vemos que cuando algún profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos hace alusiones discriminadoras racistas o sexistas y algún alumno pretende quejarse, inmediatamente aparece una gama de alumnos de filosofía afirmando que las declaraciones y actitudes racistas y/o de discriminación a la mujer son “puntos de vista” filosóficos que no tiene por qué ofender a nadie y se prestan a firmar pliegos en defensa del profesor en cuestión y a favor de que tampoco se cambie esta situación a futuro. Pero no es sólo cuestión de nuestra juventud, sino incluso muchos profesores de filosofía que habiendo estado sentados en conferencias donde filósofos en su calidad de profesores de filosofía de la Universidad han hecho una serie de declaraciones vejatorias a determinados grupos raciales, culturales o contra las mujeres, afirman luego no haber escuchado nada, y se niegan incluso a establecer un reglamento a futuro que imponga algún tipo de sanción a profesores (o alumnos) que en clase o en actos públicos representando a la universidad alienten la discriminación racial o cultural o la discriminación hacia las mujeres a través de comentarios racistas o sexistas. En tanto estos actores en cuestión pertenecen a grupos “débiles” en la escala de reconocimiento social en el mundillo de los filósofos “acreditados”, esto es, que no son hombres de ascendencia europea, sino más bien cobrizos, no blancos, mujeres, etc., al negar la discriminación tratan de no “ser confundidos” con los grupos discriminados, esto es, los “perdedores”; y creen que con ello lograrán congraciarse con los grupos “sólidos”, esto es, en el caso del mundillo filosófico: con filósofos, europeos o norteamericanos, o de ascendencia europea o norteamericana…

 

2. El discurso “multiculturalista” o la discriminación disfrazada de respeto a las culturas

 

Hemos mostrado qué es lo que motiva la discriminación racial y cultural. Queda por analizar el nuevo discurso que da pie a que esta discriminación asolapada pueda ser defendida incluso en nuestras aulas universitarias por intelectuales “acreditados”.

Este discurso ha recobrado nuevos bríos en la actualidad bajo la figura de “estudios culturales”. Para analizar este discurso defendido principalmente por antropólogos “políticamente correctos”, es conveniente ponernos de acuerdo primero en qué vamos a entender por la palabra "cultura". Entendemos por cultura todo producto constructivo tanto intelectual científico como material creado por la humanidad. Sin embargo, en el contexto de la postmodernidad cuando se habla de “cultura”, se está haciendo referencia a una “cultura” en un mar de “culturas”, y no en el sentido  de un producto de toda la humanidad.

 

Aceptemos momentáneamente este último uso de la palabra “cultura” con el objeto de analizar las implicancias de este uso. En este sentido, como dice Frederic Jameson [iv]

 

“La cultura no es una sustancia o un fenómeno propiamente dicho; se trata de un espejismo objetivo que surge de una relación entre, por lo menos, dos grupos. Es decir que ningún grupo “tiene” una cultura sólo por sí mismo: la cultura es el nimbo que percibe un grupo cuando entra en contacto con otro y lo observa.”

 

En otras palabras, usamos la palabra “cultura” en el contextos del discurso sobre “las culturas” para referirnos a todo aquello en lo que nos diferenciamos de otro grupo humano de cierta homogeinidad. Es decir por sus costumbres, su folclore, su comida, su historia y sus producciones materiales e intelectuales. Esta gama de asuntos tienen como única relación clara entre sí, el que diferencian a un grupo humano de otro por razones de diferencia  en su historia y/o ubicación geográfica. Partiendo de este uso de la palabra “cultura”: ¿qué vendría a ser “nuestra” cultura?  Sólo hablamos de “nuestra” cultura en tanto la oponemos a “otras culturas” o en tanto otros oponen a la “nuestra” a la “suya”.  En el caso del Perú esto comprende por ejemplo a lo que se considera “auténticamente peruano”, a la “tradición”, al “criollismo” es decir, como denuncia Salazar Bondy ya allá por los años 70: a todas las formas de una vida vacía de sustancia.[v]” . Nuestra “identidad cultural” resulta siendo lo que el Estado y los medios de comunicación opuestos a los intereses de las diferentes mayorías y minorías que habitan en este país, señalan como “típicamente peruano”, que es lo que Salazar nos dice que buscan
 

“los grandes consumidores de mitos y los grandes engañados con las ilusiones sobre el país y su propia existencia, ignoran lo que son y no tienen conciencia de lo que pueden ser; sufren la alienación de su verdadera posibilidad de ser como pueblo creador, vigoroso, libre.”[vi]
 

Es decir, que se pretende que interioricemos estos clichés como aquello a lo que debemos limitarnos a asemejar, sin aspirar a ser grandes en ámbitos de importancia mundial, como en el de la ciencias naturales, económicas o políticas. Claro está, que ciertos intelectuales “políticamente correctos” pretenden aducir a este argumento que la palabra “cultura” se debe entender en un sentido más amplio, por ejemplo, como habíamos dicho inicialmente, como todo producto intelectual y material del ser humano. Estaríamos de acuerdo. Pero inmediatamente continúan hablando de cultura en el primer sentido, esto es en el segundo sentido de los productos folclórico-turísticos y clichés. ¿Es esto casual? ¿obedece acaso a una incapacidad colectiva de gran parte de la intelectualidad “políticamente correcta” de manejar coherentemente los conceptos que manejan? Nos atrevemos a decir que no. Hacer que nos sintamos “orgullosos” de nuestra producción artesanal turística (producto de nuestras limitaciones económicas y desventajas en el contexto del mercado internacional), de “nuestro” pisco, “nuestra” corrida de toros, “nuestro” fútbol, etc. y que asumamos como “nuestros” una serie de clichés que los medios pretenden hacer que interioricemos, como que somos alegres y más sensuales que los seres humanos de los países desarrollados, que conservamos valores morales que se han perdido en los países desarrollados, y por otra parte, y en una clara contradicción que no parece sorprenderle a muchos: que somos corruptos, incumplidos, sumisos mentirosos, etc. tiene una clara intencionalidad política.

 

Esta “diferenciación” entre culturas en un contexto de dominación económica de grupos “pertenecientes” a una cultura sobre grupos de “otras” culturas pretende, en realidad, encubrir la situación de dominación económica de unos grupos por otros, reduciéndola a una supuesta incomprensión entre culturas. Dicho en otras palabras: El problema de fondo no sería la dominación económica de las transnacionales sobre la gran parte de la población mundial, sino que sería el de la dominación de la cultura “occidental” sobre las “otras” culturas.


Se nos dice que nosotros somos parte de esas “otras” culturas. Estas “otras” culturas no serían inferiores, sino “diferentes”. Pero la diferenciación en un contexto de opresión, siempre perjudica al que se encuentra en una posición de desventaja. Al respecto nos dice
el  filósofo yugoslavo Slavoj Zizek: "el multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida, autorreferencial, un "racismo con distancia": "respeta" la identidad el Otro, concibiendo a éste como una comunidad "auténtica" cerrada, hacia la cual él, el multiculturalista, mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición universal privilegiada. El multiculturalismo es un racismo que vacía su posición de todo contenido positivo (= no hay un punto de vista universalmente válido =posición postmoderna). El multiculturalismo no es directamente racista no opone al otro los valores particulares de su propia cultura, pero igualmente mantiene esta posición (su posición de intelectual de los G7) como un privilegiado punto de universalidad, desde el cual uno puede apreciar (y despreciar) adecuadamente las otras culturas particulares: el respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad." [vii]

Esto se constata en las características que se le atribuyen a “nuestra” cultura. Se dice que a diferencia de la cultura occidental que sería “racional”, la nuestra no partiría de la razón o “racionalidad occidental” sino de una “racionalidad mítica”. Subrepticiamente se pretende que interiorizemos que lo que comunmente llamamos racionalidad científica, es en realidad el pensamiento de occidente desarrollado y que no debemos aspirar a ello, porque es parte de nuestra cultura pensar más bien míticamente, lo cual no debería avergonzarnos, ya que la ciencia y el mito, tendrían un valor de verdad semejante. Por supuesto que esto no es así, sino que estos giros del lenguaje pretenden esconder otra realidad y es que este uso equívoco del término “cultura”, y en general, el uso impreciso del lenguaje no es casual. En este sentido, Salazar señala que el lenguaje de una sociedad de dominación es también el lenguaje de la dominación. “La alienación y la opresión se expresan, se afirman y se perennizan en el lenguaje.”

 

Recordemos asimismo que, Salazar, nos dice que hay que pensar una nueva filosofía desde nuestra América, esto es desde nuestra propia situación, que sigue siendo la situación de dominados dentro del contexto de la globalización. En esta, nuestra situación muy particular, cabe recordar entonces que somos nosotros los que, en el contexto global somos discriminados racial y culturalmente por gran parte del resto del mundo. Somos nosotros, a los que los pseudointelectuales de ciertos países desarrollados estudian, para definir cuál es "nuestra" cultura. Son ellos los que finalmente determinan y difunden en los medios de comunicación a través de películas, videos musicales, y noticias maniqueas cómo es que somos. Podemos constatar que según estos clichés en la TV se presenta a “nuestra cultura” como una de gente lumpen, supersticiosa, irresponsable y cantinflesca, compremetida de una u otra manera con las drogas y la delincuencia, en el mejor de los casos como gente exótica ignorante y desvalida. El problema está en que se nos pretende decir que esa es nuestra cultura y que no debemos avergonzarnos de ella. No hay que haber pasado por la universidad para darse cuenta de lo malévolo de este discurso y de sus intenciones políticas. Nótese el principio divisor que habíamos mencionado al inicio: Ante el problema global de países dominantes y dominados producidos a su vez por complejas interrelaciones entre los dueños de los medios de producción y los trabajadores dependientes de éstos esparcidos por todo el globo, la solución oportunista de estos trabajadores dependientes ubicados en posiciones un poco más privilegiadas que sus colegas es de discriminarlos racial y socialmente, para así pretender ser reconocidos como parte de un solo grupo conjuntamente con los dueños de los medios de producción, que también se benefician de esta división, porque les permite gobernar mejor. En este sentido esto de la acentuación artificial de las diferencias entre los seres humanos no nos beneficia sino que como ya decía la pensadora británica Onora O'Neill: Cualquier relativismo (y ente ellos el cultural) "tiende a perjudicar la posición de los débiles, cuya debilidad se refleja y está constituida en parte por su marginación en las formas de pensamiento que reciben y por su subordinación y opresión en los órdenes establecidos"[viii]

Lo artificioso de este afán de marcar las diferencias entre grupos llamados "culturas" se nota con bastante claridad en el ejemplo que dimos de como se nos expone a los latinoamericanos en el mundo en los medios de comunicación. Tenemos un ejemplo de esta artificialidad propagandística en que hace unos años la cantante colombiana Chaquira que antes cantaba en castellano y con pelo natural negro, con un estilo relativamente original, fue convocada a cantar para el público norteamericano a condición de que se presentara representando el cliché que los norteamericanos tienen de las latinas: de modo que en sus últimos videos sale cantando en ingles con el pelo pintado de amarillo y en una serie de videos donde el común denominador es que ella sale rodeada de lúmpenes delincuentes o pandilleros con problemas con la policía y con poses de callejera barata dispuesta a hacer cualquier cosa por una visa. Esto es la cultura que según estos grupos de poder debemos asumir como la nuestra. El efecto es impresionante, pues resulta que cuando como peruanos salimos a congresos o nos encontramos con colegas de otras partes del mundo, estos se sorprenden de que seamos personas pensantes y correctas, cosa que como seres humanos debe indignarnos, porque significa que nuestros colegas, a pesar de ser intelectuales, están en muchos casos absorbidos por su propia propaganda, lo cual es académicamente lamentable.

 

3. La opción nacionalista como respuesta al hecho de que somos racial y culturalmente discriminados dentro del marco de dependencia económica  mundial

 

Veamos la otra cara de la moneda: Los nacionalismos que han surgido en nuestro país, como oposición a esta arremetida y tergiversación financiada de lo que supuestamente seríamos nosotros. Estos nacionalismos proponen el "retorno" a lo que supuestamente habrían sido nuestras costumbres y valores antes del encuentro con los pueblos que pasarían a pretender dominarnos. Al tratar este aspecto hay que tener en cuenta que todo proceso de retorno a una supuesta autenticidad, no es más que una construcción de algo nuevo a partir de algunos principios antiguos. En este sentido, los fundamentalistas musulmanes no representan un retorno al pasado, porque en el pasado los musulmanes no se comportaban en una serie de cosas de la manera como lo plantean los fundamentalistas contemporáneos. De la misma manera en la Alemania Nazi se habló del retorno a los valores precristianos auténticamente germánicos, y en base a ello se formó un modelo de sociedad que en realidad nada tenía de común con la de aquellos primeros germanos.

 

De la misma manera los nacionalismos contemporáneos, a pesar de preconizar un retorno al pasado, en realidad proponen un retorno a los valores que sus dirigentes consideran rescatables, para mezclarlos con valores vigentes en la actualidad. No se debe perder de vista que la intención de estos nacionalismos es contrarrestar la discriminación racial y la cultural (a la que hemos hecho referencia con muchos ejemplos) que se da en nuestra contra de manera objetiva y sistemática como vimos.

Este intento es meritorio si se es consciente de los principios del discurso cultural o racial, que mencionamos y de los mecanismos y principios de la discriminación. Quiero decir, que si se toma como una estrategia de propaganda política, tal como se nos opone el discurso multiculturalista desde nuestros dominadores, entonces puede ser una estrategia valiosa, útil y dignificante. Porque en la situación de dependencia económica y cultural (en sentido amplio) en la que nos encontramos es válido resistir y contraatacar con estos medios por nuestro bien y el de nuestros hijos. Pero siempre teniendo en cuenta que es una estrategia política y no una búsqueda de supuestas esencias, raíces o "conciencias colectivas", porque estaríamos cayendo en el juego del que pretendemos salirnos.

 


 

[i] Entre los intelectuales tradicionales el racismo es cosa tan desfachatada y abundante que no vale la pena analizarlo siquiera, sino que hay que limitarse a señalarlo y condenarlo. Acá se señala a estos intelectuales porque a pesar de rechaz-*ar explícitamente el racismo, no son conscientes de que ellos mismos caen en este defecto de la razón.

[ii] MARIATEGUI, José Carlos, 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA. El proceso de la literatura. XVII. Las corrientes de hoy. - El Indigenismo

[iii] GONZALEZ PRADA, Manuel, OBRAS. Tomo I , Vol 2, “El Tonel de Diógenes”. Memoranda. Af. 188 Lima: Ed. COPE, 1985, p. 234

[iv] JAMESON, F y Slavoj ZIZEK,  ESTUDIOS CULTURALES. REFLEXIONES SOBRE EL MULTICULTURALISMO, Buenos Aires: Paidos, 1998, p.101

[v] SALAZAR BONDY, Augusto, DOMINACIÓN Y LIBERACIÓN, Lima: Facultad de Letras UNMSM, 1995,  p.79

[vi] loc. cit

[vii] JAMESON, F y Slavoj ZIZEK, ob. cit.,, p.172                                                            

[viii] O'NEILL, Onora, LA CALIDAD DE VIDA (compiladores, Amartya Sen y Martha Nussbaum, Méjico: F.C.E., 1998, p.422